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La toxina botulínica es una toxina que disminuye las señales del envejecimiento, especialmente las arrugas alrededor de los ojos, la frente, las mejillas y los labios.
Las arrugas son una característica normal de la cara, pero muchas personas sienten que las arrugas las hacen verse cansadas o mayores.
La inyección de toxina botulínica actúa en el músculo a través de la piel, elimina o reduce de forma temporal tanto las arrugas de expresión (las que aparecen al hacer algún movimiento o gesto con la cara) como las arrugas del entrecejo, del cuello y las “patas de gallo”, todas ellas debidas, en gran parte, a la contracción de los músculos subyacentes. La toxina paraliza estos músculos temporalmente, con lo que la piel adquiere un aspecto liso y la expresión se suaviza y rejuvenece.
Los intentos de corregir arrugas en esta zona de la cara han presentado respuestas variables (a veces buenas y a veces malas), con muchos efectos secundarios. Por todo ello, actualmente su utilización no está indicada para tratar las arrugas a este nivel.
El procedimiento de inyección de la toxina botulínica no es molesto y no precisa anestesia. Si fuera posible, las personas en tratamiento con antiagregantes (aspirina) o anticoagulantes deberían suspender dicho tratamiento unos días antes para evitar hematomas (moratones).
En los lugares de inyección puede aparecer una leve inflamación fugaz o un hematoma (moratón), siendo la reincorporación social inmediata. Es recomendable no acostarse, no tocarse ni gesticular con las regiones tratadas en las tres o cuatro horas siguientes a las inyecciones para evitar que la toxina se desplace a zonas que no se desea tratar.
La parálisis muscular aparece al segundo o tercer día de la inyección de toxina botulínica y se intensifica progresivamente hasta finalizar la segunda semana. Este plazo varía según el músculo tratado. Suele durar de cuatro a seis meses aunque la respuesta varía de un paciente a otro y, en el mismo paciente, de un lugar a otro y de una sesión a otra. Pueden aparecer resistencias tras varios ciclos de tratamiento en un pequeño porcentaje de pacientes. Estas resistencias son, generalmente, duraderas.